UNIVERSIDADES EN LA COMEDIA NACIONAL

No faltan la protesta y el reclamo con derecho. Ahora es la Universidad San Martín la que viene atravezando una gran crisis institucional. Cuando a uno le cortan la luz y el agua es porque anda muy mal económicamente, o el amo de la casa se tiró la plata, o se llevó los trastos y la dejó sola. Y si es empresa y sucede eso, cualquiera que sea su naturaleza, está en la quiebra y admite la intervención del Estado, y cuando se trata de la educación que es un servicio público, es pertinente la protección estatal. 

Vamos por parte y así se arma el rompecabezas. No es la primera vez que la Universidad San Martín está en caída. La audiencia está abierta y la acusación formulada por los estudiantes, educadores y mandos medios directivos del claustro, los cuales saben por donde es que va el agua al molino. Conocen en detalle la triquiñuela y la han puesto en conocimiento público de las autoridades, precisamente en el escritorio de la ministra de educación nacional con la respectiva radiografía del desastre administrativo y financiero.      

El escenario conformado por más de dieciocho mil estudiantes reivindicando el mínimo derecho a recibir educación y más de tres mil quinientos maestros a impartirla. Los alumnos reclamando el sudor de la tarifa que pagaron sus padres y los profesores exigiendo los emolumentos del trabajo prestado. La algarabía llama la atención, se siente en el vecindario de cada una de las sedes académicas de la San Martín, mientras el responsable disfruta de inversiones florecientes en una finca cundinamarquesa.  

A pesar de que hace tanto tiempo se abrió la audiencia, el escenario se aviva y por lo tanto crece la audiencia, sin que el edificio del ministerio del ramo atienda prontamente la incriminación pública peligrosa para la estabilidad del sistema educativo superior privado, cuyo ejemplo de desgreño de la San Martín tiene similitud con hechos que han sucedido en otras universidades que están en el ojo del huracán de la autoridad competente.

La ministra de educación Gina Parodi no debe tomarse tanto tiempo. Su obligación es responder la acusación y cerrar la audiencia para que los dueños de la educación privada no hagan fiesta con la plata de los padres de familia que son los que la sostienen. La Ley 30 de 1992 no es tan laxa como se quiere mostrar, es inflexible, al considerar el sector educativo superior como  servicio público cultural, inherente a la finalidad social del Estado.

Para el examen del caso, la Ley 30, señala que la inspección y vigilancia de las universidades corresponde al presidente de la república y su artículo 32 hace una advertencia que los dueños y señores del negocio se tapan los ojos para no verla: “quien invierta dineros de propiedad de las entidades (se refiere a universidades) en actividades diferentes a las propias y exclusivas de cada institución sería incurso en peculado por extensión.”    

Tanto el Fiscal General de la Nación como el Procurador tienen la puerta abierta para actuar en las investigaciones y si hay lugar, acusar y sancionar, en su orden. Si bien, la atribución del Procurador no se extiende a los propietarios de la universidad San Martín, su jurisdicción abarca a la ministra de educación, que podría estar incursa en violación, omisión y extralimitación de la ley. La experiencia enseña que la Ministra Parodi tiene que salir de la inercia y no ser permisible ante el descalabro de las universidades.  


POSDATA: León Tolstói, novelista ruso, lo había dicho: “Es más fácil hacer leyes que gobernar.”

(31-10-14)

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