Lástima por lo que ocurrió en la ciudad de
Cartagena. Empobrecida a causa de una clase dirigente rapaz que ha
despilfarrado los dineros públicos y se ha lucrado de los tributos de sus
propios habitantes. Ha primado la defraudación y se acabó la decencia. De un
alcalde, como el actual, que prometió tanto y se esperaba un manejo pulcro de
sus actuaciones, todo se derrumba con lo que acaba de pasar.
El homenaje rendido a los intrusos ingleses, que en
un gesto atroz quisieron arrebatarle el poder a los usurpadores españoles
tomándose la ciudad, es algo insólito, lo cual solo cabe en la cabeza de
analfabetos en materia histórica. La programada invasión del almirante inglés
Edward Vernon no es nueva en la memoria como tampoco la del valiente defensor
de Cartagena gobernador Blas de Lezo.
Los antecesores profesores que redactaron, de
manera didáctica, los hechos fidedignos del pasado, entre los cuales están:
Enrique Álvarez Bonilla, José Joaquín Borda y Jesús María Henao y Gerardo
Arrubla, dan cuenta del episodio, y sus textos han sido abrevadero de los
educadores que propalaron y propalan entre los niños y adolescentes la génesis
de la narrativa colombiana. No creo que
el alcalde Dionisio Vélez, el ex ministro Sabas Pretelt y los demás miembros de
la Corporación Centro Histórico de Cartagena no tengan idea de lo que acaeció
aquel año de 1741.
Como tampoco imagino que sus mentores no les hayan
dicho, que en un acto de soberbia y aureola triunfante, Vernon traía en su
equipaje, medallas de honor que representaban a Blas de Lezo de rodillas a sus
pies, con la siguiente inscripción : “La soberbia española humillada por el
Almirante Vernon.” Pues bastaba lo que decía esa medalla para que Vélez,
Pretelt y demás adláteres de la susododicha corporación entendieran que el
rótulo de la placa que ellos instalaban correspondía a un ejercicio de
lambonería y nunca de diplomacia.
Si Francisco Miranda o Simón Bolívar estuvieran
vivos, lo que hoy los colombianos censuran, ellos con su experiencia
atestiguarían sobre el estilo inglés de engañar cuanto se trata de defender sus
intereses. Por supuesto, los que se marcharon contentos fueron el Príncipe
Carlos de Gales y su esposa Parker. Los pendejos de aquí quedaron como
iletrados en materia histórica. ¡Señor Alcalde Vélez! no se arrepienta, el daño
ya se le hizo al país.
POSDATA UNO: A la medida de la circunstancia arremetió el filósofo griego Epicteto:
“Palideces, tiemblas, te turbas cuando vas a ver a un príncipe o a otro gran
señor.”
POSDATA DOS: Los padres de familia, los estudiantes y
los profesores pellizcaron a la ministra de educación Gina Parodi, y al fin,
ajustándose a la ley dictó la providencia que se necesitaba a fin de detener el
abuso y el desvío de la plata de las matrículas y el patrimonio a actividades
diferentes a las propias y exclusivas de la Universidad San Martín.
Determinación que se esperaba años atrás y que la ex ministra de educación
María Fernanda Campo no se atrevió a tomar, prefiriendo cruzarse de brazos. Lo
que esperan los dolientes es que la medida se materialice y sea efectiva y que
la administración de la universidad no vuelva a las manos de los actuales
dueños enriquecidos.
(07-11-14)