QUE NO HAYA CONTROL FISCAL

Lo que se quiere es que no haya control fiscal, ha declarado a la W radio la ex contralora Sandra Morelli. Palabras de suma importancia, pero enterradas por cierto sector oficial que no ve a la institución con buenos ojos cuando llega un contralor que aprieta la clavija. La contralora Morelli durante su gestión pisó muchos callos que ni siquiera salvó al corazón del gobierno central. La pisada también fue para el fiscal general de la nación Montealegre cuando la ex contralora confirmó que el presidente de Saludcoop Carlos Gustavo Palacino y otros directivos de esa EPS, deben responder por 1.4 billones de pesos desviados del Sistema General de Seguridad Social en Salud. 

No es la primera vez que la Contraloría General de la República sufrió los embates del establecimiento. En el pasado los soportó y su salvamento, en ese entonces, estuvo apoyado por un gran sector de opinión pública y política que no patrocinó semejante propuesta de extinción. Pronto se van a cumplir noventa y dos años de existencia de la contraloría y durante todo ese tiempo ha venido transformándose técnicamente y su labor mejorada hasta llegar a lo que es hoy.

Indudablemente a nadie le gusta que lo controlen, pues la contraloría tiene una facultad que trastorna la mente de los corruptos. El control de advertencia concebido inicialmente en el artículo 23 de la Ley 42 de 1923 y luego desarrollado en las subsiguientes normas sobre vigilancia fiscal es una herramienta de control efectiva (por ser previa), pone a agonizar al funcionario, en el momento en que el contralor le llama la atención sobre un gasto o un negocio que se considere irregular, innecesario, excesivo o superfluo. 

Lo que acaba de pasar con la designación del actual contralor Edgardo Maya es una fiel interpretación del apoderamiento rapaz del órgano fiscalizador por parte del establecimiento. Empleándose una serie de trapisondas se facilitó la llegada de Maya al puesto, pues él es el nuevo dueño de la casa comprometido que va a hacer el trabajo que se necesita para beneficio del estatus quo como lo aseveró la ex contralora Morelli. Desde luego para el establecimiento, que pretende que todo siga igual o peor, un contralor de bolsillo es preciso para ejercer este altísimo cargo.

POSDATA UNO: De la boca del tratadista inglés George Bernard Shaw: “Los fuertes se destruyen entre sí.”
             

POSDATA DOS: Ya no es Eduardo Carlos Merlano el único senador de la república que se emborracha, conduce vehículo y sale a relucir la indumentaria. Por el momento, mientras aparece otro, es el senador conservador por el Atlántico Laureano Acuña Díaz, bien emparentado políticamente, esposo de la diputada de este mismo departamento Merly Miranda y hermano del concejal de Barranquilla Máximo Acuña. Acuña más parco que Merlano, no alega tener cincuenta mil votos, pero se sobrepasó en su estado de dipsomanía, al establecer un alegato con la autoridad policial acusando al agente de incriminación (tal como se ve en el video). Pues lo que piensa la gente es que Acuña si estaba caído de la perra, su comportamiento es característica de un “vivo” que quiso evadir su responsabilidad como lo podría hacer un astuto niño o un adulto de mala crianza. Enredado de sospechas en las elecciones del 2014 y su hoja de vida repleta de comparendos, sabotea la prueba de alcoholemia contrariando ser un buen ciudadano, todo lo cual le agraba su situación frente a las autoridades de tránsito, a la Procuraduría General de la Nación y al Consejo de Estado en que tendría que afrontar un proceso de pérdida de investidura al igual que le pasó a Merlano. ¡Más claro no canta el gallo!   

(09-01-15)

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