PRELUDIO: Como el abogado Abelardo de la
Espriella considera que la ética no tiene nada que ver con el derecho,
corresponde hacer un repaso que contribuya a refrescar la mente de aquellos que
ejercen la profesión de abogado. Es el decálogo universal de san Ivo de
Kermartin (1253-1303), el cual contiene doce puntos: “1º
Ningún abogado aceptará la defensa de casos injustos, porque son perniciosos
para la conciencia y el decoro. 2º El abogado no debe cargar al cliente con gastos
exagerados. 3º Ningún abogado debe defender causas valiéndose de
medios ilícitos o injustos. 4º Debe tratar los casos de todos los
clientes como
si fueran propios. 5º No debe ahorrar trabajo ni tiempo para
obtener el triunfo del caso que le ha sido encomendado. 6º Ningún abogado
debe aceptar más
querellas de las que su tiempo disponible le permita. 7º El abogado debe
amar la justicia y la honradez, tanto como a las propias niñas de
sus ojos. 8º La
demora y la negligencia de un abogado a menudo causa perjuicio al
cliente, y cuando esto acontece el abogado debe indemnizarlo. 9º Si un
abogado pierde un caso debido a su negligencia, debe recompensar debidamente al
cliente perjudicado. 10º Para hacer una buena defensa el abogado debe ser verídico, sincero
y lógico. 11º Un abogado debe pedir ayuda a Dios en sus defensas, pues Dios
es el primer protector de la justicia. 12º Los principales requisitos de
un abogado son: sabiduría, estudio, diligencia, verdad y sentido de justicia.”
Concluido el preludio, sigue la opinión.
“Cuando la justicia se aleja de una
sociedad, su lugar lo ocupa la violencia. La violencia que ejercen los fuertes
y poderosos sobre los débiles y la violencia a la que acudirán los débiles como
recurso supremo contra la explotación o la opresión.” Nada más consecuente. Lo
estamos observando con lo que pasa en la nación. Una administración de justicia
tan alejada de las necesidades de los colombianos y que perdió su acervo, de
sus resultados por las acciones atrabiliarias y dantescas se desprende que
pugna con la finalidad del derecho.
A la par de los defectos de nuestra
justicia funciona una caterva de profesionales del derecho que contradicen el
perfil del buen abogado de que habla el profesor José Campillo Sáinz de la Universidad
Nacional Autónoma de México (1917-1998). Es posible que el estremezón que
estamos viendo en las altas cortes no conduzcan a nada, y es probable que el
remedio entregado por el gobierno en su afán de sacar adelante la reforma de
equilibrio de poderes resulte peor que
la enfermedad. Mientras se pretenda separar las funciones de investigar, acusar y juzgar en primera y segunda
instancia, metiendo al congreso en pleno en un intermedio netamente político,
se repetiría la misma tragicomedia con otro nombre.
A causa de la triquiñuela el proyecto
reformatorio oficial es apenas un remiendo que no hace parte de la expectativa
ciudadana, al menos que el congreso lo enmiende, porque la gente espera un cambio más profundo, que toque el
corazón de la inmoralidad y erradique las malas costumbres enquistadas en el
aparato judicial. No es una persona, son más los implicados en el desastre de
hoy, como se ha demostrado en el debate a propósito de la acusación al
magistrado Jorge Pretelt Chaljub. El magistrado en su defensa ha señalado que
hay muchas cuestiones escabrosas pendientes. A partir de entonces, todo puede
seguir igual, tan solo que los medios de comunicación coadyuven en la tarea
colectiva de buscar la verdad. Pues la labor periodística es indispensable ante
las debilidades que presentan los órganos de control estatal. Ojalá que la
prensa nacional no sustituya este caso por otro.
POSDATA: Recomiendo al lector: “Introducción a
la Ética Profesional del Abogado”, autoría del jurista y académico mexicano José
Campillo Sáinz (Q.E.P.D), Editorial Porrúa.
(27-03-15)
(27-03-15)