Ayer jueves 9 de abril se llevó a
cabo la “marcha por la paz”. Hace poco, el pasado 8 de marzo, se realizó otra:
“marcha por la vida”. Sin duda estos eventos que vienen siendo liderados por fracciones
políticas recogen el sentimiento de un sector de la sociedad que se ha
entusiasmado por el avance del proceso de paz con la guerrilla. Y al mismo
tiempo son actos que hacen parte de la francachela nacional. Esta última
concentración coincidió con el aniversario 67 del asesinato del caudillo
liberal Jorge Eliécer Gaitán.
Aún así los últimos movimientos de
gente hacia las plazas no han podido sacar del escepticismo a otra fracción
poblacional que no ve seriedad en las manifestaciones, al encontrarse con que
sus autores no son los más autorizados para hacerlo por estar comprometidos en
el ejercicio de una reciprocidad de favores que le agregan nuevos ingredientes
a la maldita corrupción política de la nación.
Lo cierto es que esta última jornada
nada tuvo que ver con la fecha del crimen de Gaitán. Es tradicional que los
acontecimientos más importantes de la vida republicana se olviden con mayor
prontitud respecto de aquellos que tienen que ver con la de ciertos chabacanos
personajes. En la reunión del 9 no se rememoró ni la Oración por la Paz como
tampoco la Oración por los Humildes del 7 y 15 de febrero de 1948
respectivamente, que leyó Gaitán en las plazas de Bogotá y Manizales. Pedía el
paladín: paz y piedad para la patria y clemencia para las víctimas de la
violencia.
Gaitán luchó por la restauración
moral de la república para el mantenimiento de la vida y de la paz entre los
nacionales, cuando el país se encontraba atrapado por una clase partidista
conservadora y liberal que se oponía a las grandes transformaciones sociales y
políticas. Asunto que hoy parcialmente es reiterativo por el gobierno con el
fin de llegar a un acuerdo con los grupos guerrilleros, pero que no es real
cuando la acción se enfrenta al propio interés oficial y al de los políticos
avivatos.
La realidad en que vivimos no es otra
que el producto de la injusticia y de la intolerancia de los espabilados
líderes y políticos, que durante más de medio siglo vienen oponiéndose a todo
aquello que represente cambios en las estructuras sociales, políticas y
administrativas. Por supuesto para ello han contado con el apoyo de los
respectivos gobiernos que han sido complacientes y además sus grandes aliados
en el mantenimiento del statu quo. Gaitán quiso extirpar ese mismo cáncer que de
tiempo atrás tiene postrada a la nación.
El más claro ejemplo se observa en el
trámite de la reforma constitucional en el congreso que la oficialidad ha llamado de equilibrio de
poderes. El comportamiento mezquino de la mayoría del parlamento y del ministro
del Interior Juan Fernando Cristo se oponen a una reforma de verdad,
pretendiendo imponer una espuria y así engañar a la opinión pública con pañitos
de agua tibia, en momentos en que la rama judicial se derrumba por el turbio
manejo de parte de un sinnúmero de magistrados. ¡Pacíficamente esperamos el
aborto del fenómeno!
POSDATA: Sabiamente la frase del profesor
mexicano José Campillo Sáinz: “Los hombres son libres cuando las leyes son justas y el
derecho se realiza. La injusticia es siempre una forma de servidumbre y fuente
de violencia.”
(11-04-15)