PRENSA LIBRE O CON BOZAL


Existe en todo ser humano un instinto de estar informado. Oír las noticias emitidas por la radio, o verlas por la televisión, o leerlas en los diarios y revistas, o en los encuentros con la gente en las esquinas de las calles, o en los lugares comunes de aglomeración de las ciudades o pueblos: parques y plazas, mercados públicos, iglesias, bares, cafés y peluquerías. Aún en este escenario la gente tiene culpa de la desinformación, nada le interesa a no ser que el mensaje le llegue deformado, convertido en chisme.

Entre más pequeño sea el poblado más corre la noticia entre quien la tiene y quien la desea recibir, a tal punto, de que en un cerrar de ojos se difunde. Las sociedades democráticas generan más informes que aquellas que no lo son. En estas últimas, regularmente autoritarias, el curubito del poder político, social y económico tiene una gran influencia para ocultar lo que sucede y esconder la verdad. Sin embargo, termina imponiéndose el instinto de la gente por conseguirla. 

En un país convulsionado como Colombia, por la existencia de tanta corrupción y violencia, no le conviene que la prensa pretenda esconder lo que pasa y menos impedir el acceso al conocimiento de los sucesos que surgen a diario de las sencillas relaciones humanas de la sociedad. No puede oponerse al derecho que tienen las personas a denunciar y criticar, como tampoco a los involucrados a defenderse.

La libertad de prensa y expresión conduce a una sociedad equitativa y justa, entre quien tiene el poder y el súbdito. Y al entrar el concepto a formar parte del mandato constitucional colombiano, no podrían los medios de comunicación aprovecharse de la ignorancia popular para esconder los hechos y su desarrollo en el transcurso del tiempo porque perderían su naturaleza. Pero todavía el ciudadano sabe poco de lo que hace su gobierno. En el ámbito local es posible que lo oficial se esconda, al proporcionar la prensa menos cantidad de información al público.

No solo son los casos sobresalientes sobre los cuales se debe informar, también hay menores que lo merecen. Si bien los hechos emblemáticos en Córdoba, están representados por las defraudaciones, bien denominados carteles: patrimonio autónomo de remanentes de Telecom (las Tucson); el de la educación; el de hemofilia; el asesinato de Jairo Zapa Pérez, jefe de regalías de Córdoba; el pacto de marisco; y otros casos de relevancia que permanecen escondidos. 

En lo nacional, muchos no han sido clarificados: la defraudación de Saludcoop EPS, el desfalco a la Dian, y últimamente, Reficar, en donde muchos dirigentes participaron, sin embargo, hoy ejercen cargos públicos mirando hacia otro lado.  

POSDATA: De los periodistas B. Kovach y T. Rosenstiel: “La primera tarea del nuevo periodista consiste en verificar qué información es fiable, y a continuación, en ordenarla a fin de que los ciudadanos la capten con eficacia.”

(16-12-16)

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